Alimentos ecológicos, ¿hay suficiente evidencia científica?

Publicado por LeslieGriffiths en

Múltiples análisis estadísticos y estudios recientes¹ revelan que el consumo de alimentos ecológicos confiere prometedoras ventajas para la salud de diversos grupos de consumidores y de los ecosistemas que nos sostienen. 

Según Rahman et al. (2024), los alimentos ecológicos contienen niveles significativamente más altos de determinados nutrientes, como vitamina C, hierro y magnesio, contribuyen a la reducción de la obesidad y del índice de masa corporal (IMC) y reducen los riesgos de preeclampsia en el embarazo, de desarrollo de linfoma no Hodgkin (LNH), de cáncer colorrectal y alergias infantiles. Además, una alimentación ecológica se asocia a la mejora de la composición nutricional de la sangre en diferentes grupos demográficos y a menores efectos adversos sobre la salud reproductiva e inmunológica de las mujeres.

El doctor Juan Antonio Ortega García, director de la Unidad de Salud Medioambiental del Servicio de Pediatría del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia, y Doctor en Medio Ambiente y Cáncer Pediátrico por la Universidad de Valencia, aconseja consumir una dieta ‘más vegetariana’ a ser posible de origen ecológico ya que la trazabilidad de tóxicos químicos, muchos de ellos disruptores estrogénicos, suele ser de centenas a miles de veces menor que en los alimentos de producción industrial. Además, en general, los alimentos ecológicos suelen tener mejor sabor, olor y toleran mejor la conservación. 

Entre las contribuciones medioambientales de la producción ecológica resaltan el incremento de la biodiversidad y la fertilidad del suelo, la reducción de la erosión y la contaminación de suelos, agua y aire. Destacan también las evidencias que la producción ecológica es un sumidero de carbono que reduce los gases de efecto invernadero, reduce el consumo energético, a la vez que realiza un mejor uso del agua. Esto permite avanzar a grandes pasos en la mitigación y adaptación al cambio climático.

Dentro de las aportaciones de justicia social se hace hincapié en los aspectos de equidad que aportan las prácticas agroecológicas, en relación con su mejor productividad y rentabilidad, seguridad alimentaria y el principio de respeto. Además al ser de carácter global, son trasladables a los modelos de producción convencional en miras de obtener un sistema productivo más sostenible y capacitado a sustentar los retos de un futuro cambiante. Agricultoras/es y ganaderas/os pueden contar con ecosistemas reforzados, una diversificación de la cosecha, viabilidad económica y bienestar social.

Diagrama extraído de Organic agriculture in the 21st century, Reganold et. al (2016).

Incluso la FAO promueve la agricultura ecológica como enfoque alternativo que aumenta el funcionamiento de recursos renovables y mejora los flujos de nutrientes y alimentos en los agroecosistemas. Las valoraciones del ciclo de la vida muestran que las emisiones en los sistemas convencionales de producción son cada vez más altas que las de los sistemas ecológicos, que se basan en el área de la producción. 

La sociedad también está girando hacia una vertiente donde el consumidor valora más la salud, el sabor y la sostenibilidad y donde las ventas directas se han incrementado notablemente. Según el MAPA (2020), el mercado ecológico en España está experimentando un notable crecimiento, especialmente tras la pandemia por COVID-19. En 2022, su valor alcanzó los 2.856 millones de €, siendo 2.532 millones correspondientes al consumo en hogares a pesar de las dificultades económicas.

La asociación VidaSana (2024) también publica una encuesta de la Asociación de empresas y fabricantes de gran consumo (AECOC) revelando que un 50% de los consumidores adquiere más productos de proximidad; un 30% incrementa la de ecológicos y un 29% se inclina más hacia los veganos sucedáneos de la carne y del pescado. 

Por todo ello, se plantean la agricultura y alimentación ecológicas y las prácticas agroecológicas como el modelo del futuro, capaz de aportar sostenibilidad a los agrosistemas, mantener la base natural productiva y mejorar la biodiversidad necesaria para ello. 

¿Por qué entonces se sigue favoreciendo la producción industrial a pesar del impacto negativo de la fertilización química, el uso generalizado de agrotóxicos o la contaminación generada por la ganadería industrial? Justicia Alimentaria sugiere que aunque la sociedad ejerza presión para que las políticas públicas protejan la salud de la población, el impacto significativo que esto tendría sobre los ingresos de la agroindustria, actúa como freno a los cambios necesarios. ¿Pueden ser compatibles los beneficios de la industria y la mejora de la salud pública?

Las evidencias encontradas y analizadas sistemáticamente deben ser consideradas en el centro de las políticas agrarias que orienten el futuro del sector agroalimentario, fortalezcan el mundo rural y la vida en las ciudades. 

La investigación científica continúa con el compromiso con metodologías rigurosas que contribuyen a una perspectiva más informada sobre el papel de los alimentos ecológicos en la promoción de nuestra salud, con estudios donde los agricultores son parte activa de la misma, con un intercambio activo entre científicos y profesionales, con una evaluación colectiva de los problemas y un co-diseño de soluciones.

Hasta que poco a poco, entendamos que, como dice el doctor Juan Antonio Ortega García, “somos lo que comemos, lo que bebemos, lo que respiramos y lo que amamos…”

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